Igual que somos conscientes del cuidado que precisa nuestro planeta para preservar la vida, cuando se trata de nuestro propósito vital, eso que deseamos alcanzar en nuestras vidas, es preciso mirar hacia el interior de nosotros mismos y nutrir la tierra interior. Solo descubriendo cuáles son nuestros verdaderos anhelos y superando los fantasmas del miedo, empezaremos a construir el propósito que estamos destinados a vivir.

La vida es el proyecto más importante que tenemos entre manos y para disponer de todo lo que puede darnos, es esencial, no solo que nos cuidemos físicamente, sino que descubramos las metas que alimentan con experiencias y valores nuestro yo más profundo.

Qué ideal sería conseguirlo a la primera y sin embargo, qué frecuentes son los momentos de dificultad, de caos, de cambios imprevistos, de situaciones conflictivas en las que la vida parece obligarnos a hacernos preguntas.

  • ¿Qué alimenta  mi vida?
  • ¿En que área tengo que implantar algo nuevo?
  • ¿Dónde me hundo, dónde no avanzo y no hay crecimiento?
  • ¿De qué tengo que liberarme para avanzar?
  • ¿Qué pasos tengo que dar para salir de las rutinas que no me aportan nada o que me dan un falso sentimiento de seguridad?
  • ¿Qué me ata al pasado y qué tengo que soltar para cortar con el aburrimiento, con el bloqueo?

Si estás preguntas resuenan algo contigo, contestarlas puede que te cueste un esfuerzo, pero también será el primer paso para dar más sentido a tu vida. Una vida llena de valores que nutrirá tu proyecto vital.

Entramos en la vida con un enorme potencial por descubrir, con la conciencia de un bebé y todos nuestros recursos dormidos. En ese origen y con esa vulnerabilidad, aprendemos qué cosas nos dan seguridad, qué cosas nos hacen sentirnos queridos y aprobados por los demás dentro del entorno que nos rodea. Esa memoria nos acompañará como adultos, dándonos una sensación de seguridad condicionada, aprendida, de la que nos va a costar un gran esfuerzo salir.

Sin embargo, a todos nos espera un territorio inexplorado y lleno de valores en sintonía con el potencial que traemos al nacer. Si te lo propones, puedes conectar con tus capacidades y recursos, evitando que lo anule ese sentimiento de seguridad aprendido.

Podemos despertar el potencial porque nunca desapareció. Está esperando a ser explorado. Tal vez ruge a un volumen bajo, pero puedes escucharlo si prestas atención a esas dificultades y obstáculos, a todas esas cosas que en determinados momentos de tu vida, te pesan y parece que no te dejan avanzar.

Igual que nos separamos del cordón umbilical al nacer, es necesario sintonizar con nuestro verdadero potencial y no solo con lo que creímos que teníamos que ser. Cuanto antes lo aceptes, más oportunidades tendrás de disfrutar de tu vida.

Resumiendo:

  • Tu proyecto vital es sostenible si lo nutres con aquello que te aporta vitalidad, cada día.
  • La persona más importante en tu proyecto vital eres tú. Haz con tu vida aquello que te permita mantener la energía que te hace sentir  viva, vivo.

Y ¿cómo hacerlo?  

Plantea el problema y las circunstancias como un período para reexaminar y redirigir tu vida. Simplemente, plantéalo así en lugar de entumecerte o de darle más vueltas.

Evita el autoengaño y la falta de sinceridad. Fracasa cuanto antes, no alargues el problema, o bien, pon límites a lo que ya no soportas más. Date la oportunidad de cambiar y dar sentido a lo que vives. Haz de tu vida algo ecológico (no te hagas más daño) y sostenible (hazte feliz).

Expándete, piensa que empiezas a crecer en lugar de encogerte. Confiar en ti y en lo que quieres vivir, es equivalente a decir “yo puedo”, “yo soy capaz”, “hay más soluciones que problemas”, “puedo salir adelante”, “me enriquezco de la experiencia”.

Encuentra tu propia voz:

¿Qué has aprendido de la experiencia, qué es lo positivo de lo que está pasando? Por muy negativa que te parezca la situación, hay algo que te ha enseñado.

¿Qué parte de ti se reforzaría si superas los obstáculos? Eso que sale reforzado si te superas, forma parte de los recursos dormidos. Estás conectándote con tu potencial.

Avanza desde lo que has aprendido y te ha hecho más fuerte. Ahora ya tienes la habilidad, el recurso o el valor fundamental que necesitabas para crecer como persona y mejorar tu vida.

Desarrolla la sensibilidad  hacia los demás y no te olvides de hacerlo también hacia ti mismo.

Pide ayuda. No te envuelvas en la rigidez y te empeñes en no sentir tus emociones. Conecta con lo que estás sintiendo. De lo contrario, seguramente tu cuerpo te lo haga notar. Los malos hábitos, la enfermedad, el dolor, los síntomas corporales, son la expresión auténtica y sincronizada con tu mundo interior.

Identifica tus sentimientos de rabia, de ira, de impotencia, de miedo, de frustración, de soledad, de abandono, de aquello negativo que te está ocurriendo. Son el primer paso para hacer conexión con partes de ti que no se están expresando. Aprende a gestionarlos y no a reprimirlos o ahogarlos en el trabajo, las rutinas, la comida o proyectar el malestar sobre los demás.

Adelante, nutrir tu vida con lo que de verdad la alimenta, te aportará vitalidad, alegría, salud y una conciencia más clara para disfrutar de tu vida.

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