Como seres humanos, algo que nos caracteriza especialmente, es nuestra capacidad para sentir y pensar. Aunque casi todos hemos escuchado el famoso “Pienso, luego existo” de Descartes, hoy día se acepta científicamente que no es el pensamiento lo que determina nuestra existencia, sino nuestra capacidad de sentir.
Como propone el neurólogo e investigador portugués Antonio Damásio, la respuesta que damos al entorno o a las circunstancias que vivimos, es básicamente corporal. Las reacciones corporales son asimiladas por nuestro cerebro, manifestándose entonces como emociones. A partir de dichas emociones, podemos sentir lo que está pasando y racionalizarlo. Por tanto, es más acertado emplear la expresión que afirma “Siento, luego existo”.
La inteligencia emocional tiene sus raíces en numerosas investigaciones que arrojaron luz sobre las capacidades que podemos desarrollar, independientemente del coeficiente intelectual que tenga una persona. Fueron los investigadores Salovey y Mayer en 1995 los que acuñaron el término Inteligencia Emocional al referirse al verdadero recurso para conseguir éxito y felicidad.
La importante divulgación del concepto se la debemos al periodista e investigador Daniel Goleman que incluye como áreas de la inteligencia emocional, el conocer las propias emociones, manejarlas, motivarse a uno mismo, reconocer emociones en otros y gestionar las relaciones. Podemos decir que se trata de una suma de Inteligencia Personal e Inteligencia Interpersonal. Desarrollar la inteligencia emocional nos puede proporcionar grandes sentimientos de bienestar emocional y tener mejor perspectiva de la vida, de forma que tiene íntima relación con todo lo hacemos y los objetivos que nos proponemos
¿Cómo influye la inteligencia emocional en la dieta?
El estudio de la respuesta emocional nos ha permitido saber mucho sobre la neurobiología de las emociones y cómo éstas influyen constantemente en nuestra conducta. Sabemos que la respuesta consciente es un resultado elaborado después de haber comprendido y gestionado lo que sentimos. La respuesta consciente no es automática y, por tanto, es la que verdaderamente nos permite autorregularnos.
Necesitamos reconocer y gestionar las emociones para poder tener una conducta acorde a lo que queremos. Cuando estamos a dieta, las emociones no dejan de estar presentes e interfieren en el proceso del cambio nutricional de manera muy determinante. Si la persona no puede o no sabe autorregularse emocionalmente, es frecuente que aparezcan frustración, cambios de humor, pérdida de motivación, de esperanza, negatividad y otros bloqueos que disminuyen su compromiso con programa de alimentación.
Tenemos que tener en cuenta que, para neutralizar una emoción negativa de forma voluntaria, necesitamos comprender qué nos pasa, poder expresarlo y dirigir lo que estamos entendiendo en nuestro beneficio. Además, una emoción negativa sólo se reduce con otra positiva de mayor intensidad, por lo que, si estamos siguiendo un plan de alimentación y no atendemos el importante papel de la gestión emocional, lo más probable es que abandonemos la dieta en un intento inconsciente de reducir el malestar que estamos sintiendo y que nada tiene que ver con la ella.
Otra cuestión muy importante a la hora de empezar un programa dietético es que, en muchos casos, se reducen o evitan alimentos que llamamos de alta palatabilidad (dulces, grasas). Estos alimentos por su naturaleza química nos proporcionan un placer inmediato. De modo que, en una situación emocionalmente negativa, en la que sentimos malestar (displacer), es muy probable que se disparen conductas automáticas para neutralizar dicho malestar. Un camino fácil y biológicamente disponible para aliviarlo es la comida y en particular, los alimentos especialmente productores de saciedad y placer.
El problema aún puede acrecentarse más, cuando los sentimientos de culpabilidad, frustración por abandono del plan y del compromiso, suman puntos al malestar. Aquí es donde entramos en un círculo vicioso de “autosabotaje” de los objetivos.
El mejor antídoto para estos errores es entrenar la inteligencia emocional. La autorregulación emocional y la independencia de la persona en el cambio dietético son esenciales dentro del seguimiento especializado de Coaching Nutricional, pudiendo marcar una notable diferencia para conseguir fácilmente los objetivos que nos hemos propuesto con la alimentación.
Coaching Nutricional: Lo que falla, no es la dieta.
Gran aporte a tu blog, mejor que se puede leer es imposible, sin tecnicismos ni rarezas, gracias por tu aporte